jueves, 21 de febrero de 2013




MENTIR



Nos enseñan desde pequeños a decir la verdad, que tenemos que ser sinceros, que las mentiras tienen las patas muy cortas y hacen crecer la nariz…

Son muchos los que declaran que la sinceridad es una gran virtud.

Y cuanto más pasa el tiempo más me convenzo de que una cosa es no engañar, una cosa es no traicionar y otra bien distinta declarar toda la verdad, sobre todo si es gratuita, tóxica y dañina.

Si frente al mismo hecho interpretamos diferentes realidades, ¿cuál es la percepción verdadera y fiable? ¿Quién es el detentor de la razón? Y en todo caso ¿por qué deberíamos testificar todo?
 
 

Antaño se firmaban los pactos con un apretón de manos como muestra de acuerdo. Quizá deberíamos recurrir más a menudo al silencio como lenguaje, porque a fin de cuentas ¿qué sabe nadie?
 

2 comentarios:

  1. Me ha encantado. La pregunta sobre cuál es la percepción verdadera y fiable es muy potente. Nadie tiene toda la razón y, como tú dices, tampoco hace falta testificarlo todo.
    Estuve una vez en un lugar donde el silencio era la norma. Y allí se podía respirar la paz.
    Un abrazo, crismar.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. ¡Gracias por tus palabras! Bonito de vez en cuando encontrar un lugar donde el silencio sea la norma. Un abrazo a ti también.

      Eliminar